ESTUDIO CORAL ARSIS: Un coro desacartonado
“Hay que aguantarme, lo sé. Por eso agradezco a todos los que pasaron estos 25 años, por la paciencia que tuvieron”.
El coro Arsis cumplió 25 años desde aquel mayo de 1988, cuando ofreció el primer concierto. Hoy es una agrupación heterogénea, de 55 personas, con edades de entre 20 y 60, íntimanente ligada al crecimiento de la vida cultural salteña. De la mano de su directora, Miryam Dagum, la agrupación recorrió el país y escenarios latinoamericanos; cantó en la Plaza San Pedro de Roma para unas Pascuas y paseó por otras ciudades italianas y también españolas.
¿Qué te acordás del primer concierto y cuándo fue?
Fue en mayo de 1988. Como todos los comienzos fue duro. Nadie me conocía como directora de coro, pero de a poco fuimos armando el grupo que inicialmente tuvo 16 voces; actuamos en octubre o noviembre de ese año, en el club 20 de Febrero. Eramos Ars Nova, yo dirigía el coro de los mayores que en esa época estábamos formando. Ese concierto se hizo ahí con los tres coros Ars Nova, el de niños, el ensamble coral y el mío. Ese día fue a verme Eduardo Díaz Torino, director del coro “A nuestra manera” donde yo cantaba desde chiquita, me felicitó y yo me sentí muy bien. En esa oportunidad dije: lo mío es la dirección.
¿Qué formación tenías?
Era guitarrista, salida de la Escuela Superior de Música. Después entré en la carrera de composición pero en el medio tuve que hacer dirección coral como materia, con el maestro José Antonio Sutti. Empecé a notar que me gustaba, y el maestro me decía que yo tenía condiciones para dirigir.
¿Qué es lo que te indica que te gusta dirigir?, ¿Qué te pasa?
Yo nunca había pensado que mi canal musical sería ése. En la dirección hay algo que no sé muy bien cómo explicarlo. Tu instrumento es distinto al de cualquier otro músico, tu instrumento son personas que cantan. Y como directora tenés que ponerte al frente de un grupo humano, y recuerdo que me gustó desde la primera vez pararme frente al grupo, hacer ciertos gestos con los brazos, con el rostro y que eso se devuelva en sonido. Poder traducir con mis gestos lo que yo quiero para que los demás puedan entender y sea eso lo que suene. Es como un intercambio de energía...
... y de códigos...
Sí, códigos que una arma. Cuando estudiás dirección coral aprendés lo básico para dirigir, pero gran parte del gesto lo pone una, y ese es el código que armás con la gente que dirigís. A mí eso me gusta muchísimo, y esa situación de hacer el gesto pidiendo algo y que eso te devuelva sonido, es una sensación hermosa. Me produce mucho placer hacer música así. Y eso se potenció la primera vez que dirigí una orquesta.
¿Cuándo dirigiste una orquesta?
Mi primer concierto con orquesta fueron fragmentos corales de distintas óperas, con la orquesta estable de la provincia dirigida por el maestro antonio Montero, anterior a la actual Sinfónica. Un día le pedí al maestro Montero que quería dirigir yo y él me miró y me dijo: "hacelo'. Nadie nunca me había visto dirigir una orquesta, aunque sí había dirigido grupos instrumentales en la Escuela de Música. Me largué esa vez, estudié como loca, dirigí el concierto completo de orquesta y coro de memoria. Y fue una experiencia maravillosa.
Esa fue la única vez o volviste a dirigir orquestas?
Sí, cuando hice el espectáculo “El canto sagrado de los pueblos” terminaba el concierto con la fantasía coral de Bethoveen. Es más, en ese momento empezaban a venir los músicos para la Orquesta Sinfónica y se ofrecieron para actuar. Me acuerdo que armé una orquesta con más de cincuenta integrantes. También hice el “Amén” de Haendel y volví a dirigir de nuevo y después me fui a Tucumán a cursar dirección de orquesta, hice dos años, con el maestro Jorge Fontenla. Además, entre 2003 y 2004 dirigí la Banda de Música del Ejército, Los Infernales.
Arsis tuvo otro nombre antes, ¿cómo fue ese cambio?
Comenzó llamándose coro mayor Ars Nova. Yo hacía cursos de dirección coral todos los meses con Néstor Zadoff, que venía todos los meses. En una oportunidad, me convocaron para que fuera a cantar al curso y terminé dirigiendo. Al final, Zadoff me dijo que no quería volver a Salta y no escuchar mi propio coro. El quería que yo tuviera un coro porque creía que tenía talento para dirigir. En aquel momento, Julio Reynaga que dirigía el coro Ars Nova, como formaron una asociación coral y había hecho el curso, me ofrecieron que armara el coro mayor. Ahí se armó el coro de niños de Bety Briones. En 1996 fundé la asociación Arsis, como asociación sin fines de lucro, con fines netamente artísticos. Durante los ocho años que llevaba en el coro mayor Ars Nova, ya había incursionado en los espectáculos; teníamos guiones escritos, trabajábamos con actores, bailarines, escenografía... A mí es veta me había gustado, y al público también, cuando fundé la asociación artística Arsis, creé grupos artísticos de Arsis (teatro, canto, guitarra, danzas, folclore, danzas árabes, tango). También trabajamos con Rafael Monti, con Claudia Mendía, Dani Beleizán. Mi coro es el grupo fundador de esta asociación, el grupo madre, y cuando se armó Arsis le cambié el nombre y pasa a llamarse Estudio Coral Arsis como parte de la asociación.
¿En el “debe” de los 25 años de trabajo con el coro, que quedó... si es que quedó algo?
Siento que hubo años en los que yo no le dediqué a mis hijos el tiempo que hubiera sido necesario, yo le dediqué muchísimas horas al coro, muchísima energía. En lo personal, no postergué nada. Y lo más importante que todavía está pendiente es un lugar propio donde desarrollarlas actividades. Trabajé mucho para conseguirlo pero no fue posible. La asociación debería tener hoy un lugar para el desarrollo de todas las actividades. Funcionamos en Alvarado 1115, y mi sueño es que Arsis tenga su pequeño teatrito.
En el haber de estos 25 años de vida del coro, ¿qué sobresale?
Uno de los logros más importantes es haber hecho montajes de espectáculos corales. En Salta no lo hacía nadie, es un área complicada porque tenés que integrar, coordinar y tratar de sacar una faceta artística a la gente del coro que está integrado por gente amateur, y que el resultado sea lo que uno espera. Si hay algo a lo que nunca me resigné es que pese a tener gente amateur en el coro, el resultado no sea profesional. Creo que este ha sido el trabajo más duro de lograr pero creo haberlo logrado. Mi coro es totalmente desacartonado y flexible, eso es el signo que nos distingue. Mi coro no es perfecto, pero tiene carisma. Intento que cuando se canta pase sangre por las venas y no que sea la cosa técnicamente perfecta, pero que no dice nada. En líneas generales, mi coro transmite lo que canta, llega al público...No admito que alguien cante con cara de nada...
cuando comienza tu vínculo con la música?
Era chiquita, iba al colegio, mi mamá había contratado a un profesor de guitarra para ella, yo espiaba sus clases, le robaba el cuadernito y aprendía a tocar. En la escuela primaria, mi maestra de sexto grado, Titi Díaz, nos presentó a su hermano, Eduardo Díaz Torino. El nos preparó, armamos un cuarteto, luego quedó un dúo. Cuando empecé el secundario, mi mamá me inscribió en la Escuela de Música. Entonces, a la par del secundario, hice una carrera terciaria. Terminé el secundario, después me recibí en la escuela, y en ese tiempo ya había empezado a venir Zadoff a Salta...
¿Qué esperás ahora del coro?
Quiero que se mantenga en el tiempo; al grupo humano no lo cambio por nada. Me gustaría ir mejorando el sonido del coro, poder elevar el techo de la calidad artística y rogar que no se me agoten las ideas para seguir haciendo cosas.
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